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Gotas en la ventana.
 

Parecía una noche cualquiera, salvo por el sonido de golpes en la persiana. Tratando de no pensar dio varias vueltas en la cama, buscaba integrar el sonido al sueño. Según me dijo la invadía un pensamiento recurrente. De tanto moverse terminó abriendo los ojos y fue en busca de un vaso de agua. Se quedó observando la persiana bañada por algo más que el goteo incesante del aire de la vecina. Indudablemente estaba lloviendo. Observó el recorrido, hipnotizada por aquellas pequeñas partículas iluminadas, puso atención en el sonido y la textura. Miró el reloj y notó que eran las cuatro. Buscó el control remoto para olvidar por un rato el pensamiento que aún le daba vueltas. Mientras en una peli hablan de psicoanálisis y filosofía, el cansancio logra vencerla. “¿Y si probamos con hablar? Quizás lleguemos a entendernos”, anotó entre sueños, ya que quiso recordarlo en la mañana. Desde la vez que se escaparon los pensamientos como peces nocturnos, duerme con un diario bajo la almohada. Las grandes ideas se dan con la luna en un estado onírico y con la visión mágica de influencias planetarias. Y también de mensajes astrales.

 

Se despertó más tarde de lo normal. Prendió el televisor en su primera acción, aun en un estado de ensueño. Piensa en todo lo que tiene por terminar, cambiando los canales buscando algo que no recuerda. “¿Cambió la grilla?”, piensa. Parece estar todo fuera de lugar. Las noticias hablan de la tormenta, que no fue tan grave, ni eléctrica, ni con fuertes vientos, pero sí ininterrumpida. Recorre la casa para ver si se mojó algo, mientras prepara el mate y picotea un pedazo de bizcochuelo que preparó el sábado. Tiene un mensaje que nunca escuchó: “Un método peligroso, es la película”, anota mientras busca en internet, “you tube la tiene on line, ¡Genial!”, mientras contesta el mensaje del celular.  Conecta la compu para poner música, e inspirase con los Stones. Busca una lista subtitulada para conectar con mensajes ocultos: “oh una tormenta está amenazando hoy mi vida/ si no consigo un refugio, oh / si, durare poco…”  suena en la primera estrofa. La intranquilidad la recorre, creía que ya había pasado la tormenta… Terminó de hablar por chat, era su antiguo analista que quería saludar. Intentó relacionar todo lo ocurrido, mirando el gran espacio vacío. Mientras el sol comenzaba a asomar, vió como se iban secando las gotas en el vidrio, dejaban una huella que le costaría sacar. Se notó rígida, estática. En una especie de meditación consiente trató de conectar con esos días de crecimiento y anhelo por despertar. Entonces abrió la ventana y sacó medio cuerpo para respirar el aire limpio. Recién ahí logró aquietar su mente.

Las callecitas de Buenos Aires

tienen ese que se yo...
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